EL MAR (RELATO)
Esta vez en el balcón de mi casa en Antón Lizardo mirando el amanecer y con la conciencia un poco nublada por dos noches sin pegar pestaña, empiezo a respirar de nuevo. Olor a mar, pescado fresco y caca de gaviotas. Una ardilla roja que quien sabe de donde llegó sube a los cables de luz y se traslada de palmera en palmera con pequeños brinquitos que no dejan de ser espectaculares.
La vida, la única que conozco, es junto al mar. La humedad es pegajosa como arena en la piel mojada. Pero la vida sigue, los pelícanos se elevan en el cielo y se sumergen en el mar como si no pasara nada, las gaviotas roban comida, los pescadores regresan del mar con la red llena de ilusiones y yo, sigo solo mirando al mar, como asoma el sol, la línea que dibuja sobre las olas, el tímido delfín que juguetea todas las mañanas desde que encalló un barco cerca del arrecife.
Han sido dos noches muy largas, tres días sin ti y ahora la vida solo la encuentro junto al mar ¿La vida o la muerte? Al fin y al cabo son la misma cosa vista desde arriba o debajo de la tierra ¿Como es la vida allá abajo? Nunca lo sabré, a mi nadie me va a encerrar bajo tierra en un estuchito de madera; mis huesos descansaran y se blanquearán al sol o mis cenizas volarán por todo el mundo, aunque en estos momentos no haya nadie que me escuche, o nadie que vea como me desangro en este sofá.
Como quisiera tomar una fotografía: el último momento de esta vida que se acaba, el primero de esta muerte que comienza, tan rodeado de luz y de alegría. Platicamos después, cuando nos encontremos del otro lado, cuando de nuevo el murmullo del mar nos reúna. Allá voy.
Una vez más es el mar, el principio y el final.
Sus letras esquizofrénicas retumbaron mis ojos, no por lo crudo de las palabras sino por lo profundo y eso es más complicado aún.
Pero sí tiene razón todo parte de un inicio y un fin; yo no entiendo todavía el punto medio de esa brecha.
Ya no lo pienso, sólo lo vivo.
Chido relato, va por buen camino.
Saluditos.
Atte: Luna.